La mayoría de la poesía mundial
es artificio, construcción.
Nadie la lee sino los especialistas.
Después de una década
se ha vuelto tan sobre-cocinada
que no puede ser digerida.
Poco es lo que no he leído.
Casi todo es lamentable.
Lamartine, Gower, Tasso
o los metafísicos
de Cambridge, antiguos o modernos,
y sus monos americanos.
Por supuesto durante años y años
la Clase gobernante de la poesía inglesa
ha sostenido que precisamente eso
es la Poesía, Construcción impersonal,
donde los pronombres personales son ilícitos.
Dicha teoría, si es rigurosamente aplicada,
produce justamente lo opuesto:
La poesía de Eliot y Valery,
como la de Pope, no es sólo personal,
es intensa. Ensoñación subjetiva
tan íntima como las reveladoras,
si se quiere incluso vergonzosas
indiscreciones
del diván psicoanalítico.
Siempre hay pues, muchas razones
para justificar el horror
al uso del pronombre “Yo”.
Trad. H-Yépez