La prosa de los poetas es una gloriosa e incomprendida escolanza. El género (o géneros) puede ser rastreado a través de Burroughs, Stein y Joyce y, por lo menos, hasta Baudelaire y Aloysius Bertrand. Yo invocaría Moby Dick the Melville no sólo como un caso ulterior, sino también como un excelso ejemplo de las maneras en que la narrativa de los poetas invariablemente va más allá de las angostas restricciones de lo que normativamente es considerado Lo Ficticio (que se remonta, por lo menos en Estados Unidos, hasta Twain). Déjemese hacer un mapa de lo que considero seis formas de este fenómeno.
Primero está el poema en prosa mismo. Éste tiene diferentes manifestaciones. Una es el poema en prosa cerrado, de una página o menos y que proviene de Max Jacob, pero que en los Estados Unidos viene principalmente de la perniciosa influencia de las revistas The Fifties y The Sixties de Robert Bly, instigada por Kayak de George Hitchcock y los numerosos libros de Russel Edson.
El segundo modo, mucho más interesante que el primero, es la prosa extensa de los poetas que permanece como claramente poética, que comienza en el inglés estadunidense con Stein y luego Kora in Hell de Williams, pero que realmente despega después de Three Poems de Ashbery, “Wheaters” de Clark Coolidge y Mabel de Robert Creeley. Esta tendencia tiene importantes primos franceses en la obra de St.-John Perse y Francis Ponge. Aquí es donde yo colocaría My Life the Lyn Hejinian, A Reading de Beverly Dahlen e incluso Heads of the Town Up to the Aether de Jack Spicer. Los cuestionamienos acerca del poema serial y de la época eventualmente expanderían esta categoría aún más.
Después del poema en prosa sigue un modo de ficción poética que incluiria la maravillosa Touch of the Whip de Warsh, mucha de la escritura de Carla Harryman, los relatos de Creeley, la narrativa breve de Gil Ott y la de Bobbie Louise Hawkins. Y Samuel Beckett más que todos.
Estos son escritores claramente interesadaos en las tradiciones y mecanismos de la ficción misma, pero escrita con un sentido del valor literario propio de los poetas. En estos textos hay pocos o ningún momento en que, digamos, el personaje o la trama, (que puede, de hecho, estar presente o ser pertinente) sea más importante en que los placeres y la problemática de las palabras que el lector enfrenta en la página. Creo que estas obras son las más difíciles de asimilar, ya que realmente trascienden cualquiera de los géneros de que provienen. Si creo que mi propia obra puede ser vista como poesía y, digamos, la de Paul Auster como ficción, estos escritores, claramente tienen su propio campo. Esta puede ser la más arriesgada prosa de todas.
Un primo cercano de esta prosa intergenérica es lo que yo verdaderamente llamaría la ficción de los poetas; obras escritas por poetas que genuinamente aspiran a los fines de la ficción, pero que muchas veces emplean los mecanismos (y los placeres) de la poesía: Gilbert Sorrentino y Toby Olson serían buenos ejemplos. También casi toda la escritura de la llamada New Narrative: Dodie Bellamy, Kevin Killian, Robert Gluck, Bruce Boone, Michael Amnasan. También situaría a Harry Mathews aquí, aunque colocaria la mayoría de la narrativa de Oulipo en la siguiente categoría.
Esta quinta categoría estaría compuesta de aquellos narradores que se identificana inequívocamente como tales, pero que escriben como si sus lectores fuesen, si no poetas per se, sí, por lo menos, los lectores de poesía. Aquí es donde caben Burroughs y Kerouac (y Melville en sus mejores páginas). Kathy Acker, Walter Abish, Lydia Davis, Sarah Schulman, Samuel R. Delany, Julio Cortázar, Italo Calvino, Joyce, por supuesto. También se podría argumentar que W.G. Sebald, así como Carole Maso.
Finalmente hay ciertos poetas que escriben hacia una transición hacia los valores de la ficción —la problemática de una narratica centrada en la trama, por ejemplo— pero cuya prosa aún permanece ligada en la superficie a su pasado como poetas. Auster entra aquí, como creo que también la obra tardía de Michael Ondaatje (aunque sus primeras obras pertenecen más claramente a la categoría de la ficción de los poetas).
Hay, por supuesto, otros tipos de prosa creativa y ficción. Estas seis categorías son meramente los tipos que tocan a la poesía como género y tradición. Nada de esto tiene que ver con la calidad en sí misma, pero creo que sí tiene que ver con ciertas cuestiones de juicio literario. Es un error, por ejemplo, comparar la prosa de Lewis Warsh con las novelas, digamosa, de Paul Auster, o con la poesía de Clark Coolidge. Sospecho, más bien, que con el paso del tiempo, con el incremento de los lectores, autores y obras en cada una de estas categorías por excelencia, eventualmente tendremos una partición de estas categorías mucho más definida de lo que está hoy. En el 2002 es posible denominar a Russell Edson y Lyn Hejinian poetas en prosa, y a Carla Harryman y Michael Ondaatje narradores. Dentro de cincuenta años, tales agrupaciones sencillamente serán absurdas.
Trad. H-Yépez