23.7.09

El fin de Nueva Inglaterra (un fragmento) - Eileen Myles


Muchas de mis ideas acerca del habla provienen de la experiencia de estar completamente fuera de mi idioma. En Rusia, cuando en una rara ocasión estaba yo dentro de una plática y ahora era otra persona la que hacía señas y gestos de pánico, recordé a una persona llamada Alla escuchándonos y continuamente golpeándose el muslo, diciendo «Shto?». Su golpeteo y exigencia eran humorísticos e intensos. Estaba siendo entrevistada por sus amigos. Nos reíamos y entonces yo contaba otra historia y los demás se reían todavía más, y Alla, quien no hablaba nada de inglés se sentía cada vez más fuera, a bordo de su pequeña barca rusa en un mar de lenguaje. Shto. Pedía ayuda. Déjenme entrar. Shto. Quería decir qué, en el sentido de qué están hablando. Y yo aprendí ruso de esa manera. Su urgencia. Ella levantaba las manos, llevaba la cabeza a su regazo. Ella, de hecho, entró a la conversación por medio de toda esa actuación y el uso empático de una pequeña palabra. ¿Entiendes lo que quiero decir por clase? Francamente no sé qué clase soy ahora. Puedo hablar interminablamente de mi familia y qué tanto dinero teníamos y de la educación y cuáles eran las cosas que había dentro de nuestra casa. Pero creo que la clase no se refiere, en absoluto, al contenido. Qué hay dentro de la casa o el poema. Quiero decir sí, había una película titulada Joe con Peter Boyle en que la familia proletaria comía de postre un pastel en rebaja y yo recuerdo haber comido un montón de pastel de piña de A & P ya que siempre estaba a precio especial. Yo sabía quiénes éramos debido a ese pastel. Mirando esa película. Comprendí la señal. Pero yo pienso acerca de hoy. Sí, en Cape Cod, aquí, pero más aún en el habla y dentro y fuera del poema si es que existe tal distinción. Siempre he concebido lo que ocurre en la escritura de un poema como algo similar a correr para subir a un tren. Un tren enormemente importante que si se te va sufrirás consecuencias enormemente importantes y yo conozco esta situación demasiado bien porque a mí se me fue ese tren en ese viaje a Rusia y parecía que yo corría por mi vida y se me caían cosas, se me perdió una chaqueta y creo que perdí mi boleto en el taxi hacia la estación, pero hasta después me di cuenta de esto y parecía que nada importaba en el mundo excepto subirnos al tren. Pienso en esa carrera como la clase, o moverme a través del tiempo. Es la poesía. Mucho se cae. Y suponiendo que tienes éxito, ¿qué tiene éxito contigo y cómo lo sabrás? En nuestro bello país de inmigrantes y peregrinos—de cientos y millones de peregrinos de todos tipos—nuestra triste y bella e incluso fatal inmigración americana en la que la gente se ahoga en el Río Grande, tratando (y no dije «trying» sino «trynna», ¿porqué?) de llegar aquí y botes enteros de personas son regresadas a morir a los campos durante la Segunda Guerra Mundial, eso fue Estados Unidos, y de modo célebre un bote entero de inmigrantes irlandeses del siglo XIX como en Cape Cod de Thoreau—es esta la imagen monumental al principio del libro, la playa en Cohasset que está cubierta con cadáveres irlandeses, una madre sosteniendo a su pequeño hijo ahogado, y ella está muerta también y su hermana está parada sobre los cadáveres, ella ha estado esperando ver a su hermana y su sobrino, está completamente fuera de su mente, probablemente diciendo una y otra vez lo mismo, Madre de Dios Jesús María algo así, o nada porque Thoreau en su libro era muy bueno en usar montones de detalles para convocar al silencio, el vasto silencio de la emoción, del pasmo, había una gran cantidad de esto a la cabeza de este libro y Thoreau, por supuesto, ha cambiado a la literatura estadounidense una y otra vez. Él entregó ese silencio a John Cage, por ejemplo, y ese es el silencio detrás de mi plática. Es el gran mar, el asesino y el dador, el sitio de la inmigración y el lenguaje mismo.


Trad. Heriberto Yépez