23.7.09

La antología como un manifiesto y como una épica que incluye a la poesía, o La gradual hechura de Poems for the Millenium - Jerome Rothenberg


Me gustaría volver a mi propia relación con las antologías, y para contrastar esto, referirme a la incomodidad general que tengo con las antologías como tales, antes de entrar a la discusión (como sea que lleguemos a ella) acerca de esta antología o de la “antología como un poema épico y/o un manifiesto”. En 1979, yo había hecho ya cinco antologías, la más reciente de las cuales (A Big Jewish Book) había sido publicada por Doubleday el año anterior. Fue en relación con esto que Charles Bernstein, que entonces editaba la importante revista de poética (hecha por poetas), L=A=N=G=U=A=G=E, me pidió escribir una pieza sobre mi propia obra y/o “sobre las antologías”. Comencé esa pieza con una cita de Gertrude Stein acerca de lo nuevo y lo viejo, ya que las antologías que yo había hecho eran una conjunción de poemas vanguardistas con poesía antigua o culturalmente distante que yo quería (para decirlo con palabras de Robert Duncan) “hacer venir a sus comparaciones”. Lo que Stein escribió (y estas son palabras que he citado varias veces, como suelo hacer con las citas) fue: “Como es viejo es nuevo y como es nuevo es viejo, pero ahora hemos llegado a nuestra propia manera la cual es una manera completamente diferente”.


Con ese epígrafe, he intentado distinguir dos, al menos dos, tipos de antología (algo que a mí me parece evidentísimo): aquellas que nos engañan al darnos un falso sentido de cierre y autoridad (como si estuvieran por encima de las que ojalá yo he estado haciendo en relación con el pasado) y aquellas antologías aún más raras y útiles que abren y por consiguiente cambian el presente. (Estas dos últimas las he considerado, correcta o equivocadamente, como instancias de un solo impulso). Las antologías canónicas, como todos sabemos, son las grandes fuerzas conservadoras en nuestra(s) literatura(s), contra las cuales —como artistas de una vanguardia— muchos de nosotros nos hemos tenido que enfrentar. Como compilaciones de poetas aceptables/aceptados su impulso conservador es evidente, como compilaciones de poetas contemporáneos tienen como función refrenar o excluir aquellos movimientos que retan demasiado abiertamente los límites de la forma y significado o que cuestionan los límites (de género) de la poesía misma.

La otra posibilidad de la antología es usar la forma como un tipo de manifiesto/ensamblaje: para presentar, traer a luz, o crear obras que han sido excluidas o que colectivamente presentan un desafío al sistema-hacedores dominantes o al mundo en su conjunto. En mi tiempo la gran obra americana de esta clase fue New American Poetry (1960) de Donald Allen (junto con su sección de poéticas/manifiestos) y también An Anthology de LaMonte Young y Jackson Mac Low, como un manifiesto del movimiento fluxus en los 50 y 60’s, y An Anthology of Concrete Poetry de Emett Williams, como un primer sumario y presentación del movimiento concretista. Obras antologías previas fueron las compilaciones imaginistas de Pound y su posterior Active Anthology o (mejor aún) la antología “objetivista” de Louis Zukofsky en los tempranos 1930’s (un ejemplo claro de la construcción de un movimiento mediante un libro).

De éstas, tomé la posibilidad de una antología como (1) un manifiesto; (2) un modo de exponer una poética activa (por ejemplo o por comentario), y (3) un gran ensamblaje: una forma de arte de propio derecho. Mi primera antología, Technicians of the Sacred, creció de premisas (teoría) dentro del vanguardismo experimental en lugar de salir de autoridades críticas fuera de éste; lo que está implícito cuando Tristan Tzara dijo en su divergencia postmoderna (1918): “Dada no es… una escuela moderna [ni] una reacción contra las escuelas de hoy… [sino] algo más cercano en naturaleza a una casi religión budista de la indiferencia”. Al comenzar en esa área general fui capaz de explorar una gama abierta de culturas hondas, de poesías y otras lingüísticas culturalmente incrustadas, muchas de ellas presentadas como poesía por su semejanza con obras contemporáneas y en esa comparación, asimismo, abriendo la gama y dando una nueva profundidad a lo experimentalmente moderno. Asimismo, usé la última cuarta parte del libro para una sección de comentarios que no sólo dieron cierto contexto etnográfico a las piezas tradicionales sino que permitieron la entrada y comparación (para bien o para mal) de un número de obras más contemporáneas (un reestreno temprano de Gertrude Stein y un mezcla de voces nuevas y viejas, de lo moderno y post-moderno: André Breton, Diane Wakoski, Tristan Tzara, Gary Snyder, Anne Waldman, Allen Ginsberg, Ian Hamilton Finlay, Simon Ortiz, Hannah Weiner). Esta fue, por supuesto, el corazón (secreto) de la colección, lo que la hacía (anhelé) no un libro de antigüedades u orientalismos o primitivismos sino un manifiesto para nuestro tiempo: cada comentario una declaración dirigida acerca de un modo de poesía largamente soslayada.

Todas las antologías que he compilado desde entonces —por mí mismo o con otros— han compartido esto; o, para usar una palabra de los situacionistas europeos de 1960, que tanto nos ayudaron en el desarrollo de un posmodernismo increíblemente “apropiador”, estas antologías han sido détournement (una vuelta o giro) de las estructuras o presupuestos de las antologías fijas que continúan (como la obscuridad) rodeándonos.[1] Después de reclamarlo como un derecho, me di cuenta que había obtenido fuerza para continuar y expandir esta obra y (con Pierre Joris como un poderoso compañero de trabajo) construir un ensamblaje del siglo veinte que reuniese (a escala global) obras de este tiempo que hubiesen sido (por lo menos en su mayoría) dejadas fuera o, si presentes, hubiesen sido entendidas sin comparaciones con otras semejantes, esas coexistencias que eran tan reales a nuestra generación de poetas a través del mundo. En ese sentido, doy mi reverencias a esos muchos otros que han sido nuestros compañeros, incluso precursores en este intento: cazadores y recolectores culturales (o, simplemente, innovadores formales y experienciales), que reconocieron que la obra común cruza fronteras; que las alianzas y las estrategias eran de alcance internacional, intercultural; que era posible buscar la enteridad o completud a la vez que se sabía que nunca la lograríamos; que las exploraciones y descubrimientos de una nueva poesía y arte eran precisamente lo que hacían que el intento de enteridad fuese posible.

Esa obra, que Pierre Joris y yo titulamos Poems for the Millenium ha sido completada, y sus dos volúmenes y sus mil seiscientas páginas (preparadas durante doce años) están disponibles. El primer volumen (From Fin-de-Siècle to Negritude) cubre al siglo hasta la Segunda Guerra Mundial y es la primera compilación que coloca a las vanguardias y los movimientos de ese tiempo en un lugar protagónico. Con eso en mente, fuimos capaces de dedicar secciones enteras a seis de esos movimientos (futurismo, Dadá, expresionismo, surrealismo, los “objetivistas” americanos y los poetas africanos y caribeños de la Negritud) y traer voces individuales de una grama aún mayor de lenguas y culturas. Y fuimos capaces de mostrar, también —si es que eso necesitaba ser mostrado— que el multiculturalismo y el vanguardismo no eran incompatibles, sino que estaban histórica, aunque no inevitablemente, relacionados. Nuestra última sección, en ese sentido, se dedicó a las exploraciones etnopoéticas a través del siglo.

La recopilación —en la medida en que tenía el sabor de una “antología” en su sentido ordinario— estaba llena de problemas y ansiedades. Esta tensión se intensificó, por supuesto, con el segundo volumen, que nos dirigió hacia (casi) el presente, nos dirigió, literalmente, hacia un tiempo y poesía que compartíamos. Lo difícil ahí —y lo supimos desde un principio— era que como una antología (y quiero decir una extensa antología contemporánea— tenía que ser un libro imperfecto: un compendio de ausencias a la vez que presencias; y también sabíamos que no había manera en que no fuese leída, en ese sentido, como una antología. Sin embargo, para mí —y estoy seguro que esto también aplica para Pierre— estaba concebida, como otras compilaciones mías o suyas, como algo distinto: un ensamblaje o un juntura de poemas y pueblos e ideas acerca de la poesía (y mucho más) en las palabras de otros y en las nuestras. Ese imago —la representación de dónde habíamos estado y qué habíamos vivido— es algo, de hecho, que seguiría respaldando, como todo poema. (Eso es también porque nos permitimos finalizar el libro —como un poema épico repleto de historias y voces— con dos poemas de nuestra autoría).

Lo que no está presente en esa reunión existe en la aún mayor reunión que cargamos con nosotros: como una construcción mental, espiritual. Es en este sentido que cada uno de nosotros tiene su propia antología, que cada uno de nosotros, dada la oportunidad, podría darle alguna clase de estructura en el mundo externo. Al final de una entrevista a ambos hecha por Chris Funkhouser, después de la publicación del volumen 1, Pierre sugirió que en lo que tocaba a futuros proyectos, los dos volúmenes eran (al menos para nosotros) “la antología para terminar todas las antologías”. A lo que añadí que la única antología todavía por hacer era una “antología de todo”. Al decir esto, supongo, había un eco de la intuición de Mallarmé acerca de que “todo en el mundo existe para estar en un libro”. En esa medida, por supuesto, Mallarmé continúa siendo un ángel guardián de la obra, uno de esos que nos guiaron hacia el dominio de lo imposible, que es donde realmente queremos estar.

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* Esta charla primero fue presentada en la Modern Language Association, el 30 de diciembre de 1995, y luego modificada para ser presentada en la Boston Alternative Poetry Conference, el 18 de Julio de 1998. Se le incluyó, además, en Poetics & Polemics. 1980-2002.

[1] En Poems for the Millenium tal détournement se extendió al bombástico título (The University of California Book of Modern & Postmodern Poetry), el consejo (compuesto mayormente por poetas experimentales ellos mismos), comentarios cuasi-académicos y otros varios dispositivos y parafernalia del libro oficial (Nota de Rothenberg).

Trad. de H-Yépez